viernes, 23 de febrero de 2007

Llegué

Llegué,
me senté aquí,
pretendendiendo que debía apresurarme
pero el tiempo arribó repentinamente,
me enredó en su maraña traicionera,
me cegó con una luz roja y tomó posesión de mí.
Un intenso calor sobrevino en mi ser
de una manera delirante que me llevó a confesar dentro de un espiral de voces extrañas
mis sueños y esperanzas,
mis deseos y ambiciones.
de una forma dulce y tenue que me invitaba a cumplir
eso que yo había querido con tanta pasión.

Así me engañó,
me hizo creer en su amistad,
en su paz, en su dicha,
en el devenir próximo de mi hado desdichado.
Me hizo pensar en días blancos,
de gran pureza,
Un velo cálido en el tiempo,
una luz blanda con brazos infinitos,
caricias alegres buscando una armonía,
una melodía suave anunciando amaneceres.

Los días prosiguieron, yo también,
aquí,
aprisionado, encarcelado,
aún sin ver el exterior.
La luz iba y venía, siempre saludando,
un saludo hipócrita que sólo yo podía percibir
un guiño instantáneo, un semblante de luz,
rojo, morado y amarillo,
siempre tintineando,
siempre provocándome.

Los días vinieron y se llevaron todo,
me dejaron en la ruina;
sin decir nada,
tomaron mi alma y la aplastaron,
jugaron con ella,
la corrompieron,
la deformaron.

Pero un buen día vendrá,
un día de gracia y tibieza
lo sé, lo siento en mi ser
me colmará en afectos y presentes,
me recompensará por todo el mal de sus hermanos.
me llevará con mi amada,
me retornará esa inocencia que perdí,
me regresará mi alma arrebatada.

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