domingo, 24 de febrero de 2008

Aclaración

Como siempre siguió hablando y hablando; con la oscuridad a la puerta, la esencia a cigarro, un maullido a lo lejos. Todos lo escuchaban, todos lo seguían, no importando lo que gritara, balbuceara o musitara; la atención no lo abandonaba. Su ojo izquierdo comenzó a tiritar, ese tiriteo característico de persona desequilibrada que no tiene poder alguno sobre sus músculos inquietos. No era para tanto, no le iba a suceder absolutamente nada, solo tenía que abrir la puerta y recibir a su público. Fue entonces que notó el hoyo en su frente, la ceguera en sus labios, la sordera en sus ojos, fue entonces que atisbó la neblina a su alrededor, fue entonces que tomó una carta con su mano izquierda, la tiró al piso y se abalanzó sobre ella cual perro hambriento sobre un mendrugo de pan. Hasta entonces se dió cuenta de que todo estaba perdido y su suerte yacía en las cenizas.

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